Allí estaba
ella, recargada sobre el capó de su coche nuevo. Me acerqué para saludarla.
-¿Qué dices?
¿Te gusta? Regalo de cumpleaños.
Hizo un
gesto para que admirara su nuevo Porche rojo. Era increíble como sus padres,
sabiendo los jaleos que armaba y el que pasaba de todo, le regalaran este
enorme coche. Apuesto lo que sea que a mi mi madre ni un tractor me compraría.
-Es increíble
Mey.
-Lo sé, amo
a mis padres.
Rodé los
ojos ante su “declaración” y empecé a caminar hacia la entrada del Discomovil.
Las luces de colores bailaban por todos lados y la música se podía escuchar a kilómetros
de allí. Este sitio sí que era increíble. Aquí podías ser tu misma sin que
nadie te dijera nada al respecto. Quizás por eso amaba tanto el bailar. Más que
nada, me crié aquí toda mi adolescencia, y aquí sigo aún. No cambiaba este lugar por nada en este mundo. Por fuera podía ser un antro, y por dentro quizás también, pero era la mejor cosa que existia en este mundo. Me acerqué a la barra
mientras veía a la gente bailar. No tenían ni idea de ello. Solté un risita.
-¿Otra vez riéndote
de cómo baila la gente?
-Son patéticos,
Mey.
Un joven
camarero nos atendió. Yo pedí un refresco, al igual que Mey. No hacía falta
beber para pasarlo bien, aunque la gente diga lo contrario y aquí todos, o casi todos, no parecen entender ese concepto. Miré a mi
alrededor. La gente seguía bailando y era de chiste. Parecía que estuvieran escurriéndose
en el hielo. Giré hacia mi derecha. No encontraba rastró de mi amiga. Giré hacia el otro lado y vi a Mey hablando con un chico. No podía diferenciarlo
muy bien ya que las luces que había eran de colores y no paraban de moverse en todos los sentidos. Se giró y me sonrió para después irse dentro de la pista con aquel chico hasta perderla de vista.
-¿No bailas?
Giré a mi derecha para encontrarme con unos ojos azules y una sonrisa matadora. Me extrañó el que no estuviera acompañado. Solía estarlo casi siempre.
-¿Y tu sin
una amiguita a tu lado, Simpson?
-Que
chistosa canija. Vamos.
Cogió mi
brazo para que saliera a bailar con él, a lo que accedí. Cody era mi mejor amigo. En realidad tenemos varios piques entre nosotros, pero sé que puedo
contar con él, igual que él en mi.
El resto de
noche pasó rápida, entre baile, charlas, presentaciones y el encontrar a Mey,
que fue la tarea más difícil. Llegué a casa como a las 3 a.m. Mi madre estaría
durmiendo y mi hermano no dormía aquí. Me quité los zapatos para subir poco a
poco las escaleras, llegar a mi habitación y tirarme encima de la cama. No me
costó mucho dormirme. Estaba cansada y, a pesar de la fiesta de esta noche, las
preguntas y Greyson seguían en mi cabeza.