-¡DESPIERTA!
¡VENGA VAMOS!
Me
sobresalté al notara mi hermano saltando encima de mi cama gritando que me
levantara. Era sábado por la mañana, ¿qué hacia este crio levantado a las 10?
¿Y por qué me despertaba a mi?
-Largo
enano.
Tiré de la
sábana para que saliera de mi cama, pero acabó cayendo encima de mí. Se empezó
a reir y, aunque yo intentaba mantenerme seria, acabé riéndome junto a él. Lo
odiaba, si, pero, al fin y al cavo, era mi hermano pequeño. Pasamos un tiempo riéndonos
hasta que Joel se fue y me dijo que tenía que estar en media hora abajo. Me metí
al baño para ducharme. Me dolía la cabeza del barullo de ayer por la noche en
el Discomovil, pero fue genial. Saqué del armario lo primero que encontré {http://www.polyvore.com/cgi/set?id=69325389}
y bajé corriendo las escaleras. Agarré un bollo de la cocina y me senté en el
sofá del salón esperando que bajara mi madre mi hermano. Me mandaban levantar
tan temprano para luego tardar más ellos. Escuché a mi madre bajando con mi
hermano detrás murmurando no se qué cosas.
-¡Calla ya
Joel!
-No sabe. ¿A
dónde vamos mamá?
-Tenemos
cena en casa de la abuela.
-¿¡Qué!?
Ahora ya
sabía que tanto murmuraba mi hermano. ¡No podíamos ir a casa de esa mujer! ¡No,
no, no! Era una resentida, no sabía hacer nada más que gritar y quejarse. Por
todo. Y aún más por la ropa que llevabas. A Joel no le decía tanto, era un
chico, normal que llevara deportivas y sudaderas anchas.
-¡No podemos
ir mamá!
Iba gritándole
mientras ella se metía en el coche y lo arrancaba. Mi hermano ya estaba dentro
de él, solo faltaba yo.
-Tenemos que
ir, lo siento.
Solté un
bufido y subí en la parte trasera. La casa de la abuela quedaba a media hora de
aquí, así que tenia media hora para tranquilizarme y pensar en las cosas indebidas
que no debía hacer o decir delante de aquella mujer. Ella era como la típica bruja
de todos los cuentos. Guapa y amable por fuera y una bestia por dentro.
Llegamos. Ya
estaba harta de tener que venir tantas veces a verla. Bueno, solo veníamos una
vez al mes, pero lo odiaba. Entramos a la enorme mansión. Nosotros viviendo en
una pequeña casa que ya nos costaba bastante mantenerla y esto parecía más el
palacio de una reina.
-¡Hija mia!
¡Niños! ¡Que alegría!
Me giré
hacia esa voz. Una mujer de unos 60 años aparecía por detrás de la puerta de la
gran cocina. Llevaba el pelo rubio recogido en un moño alto, unas pequeñas
gafas negras y un vestido gris, casi blanco, algo más arriba de las rodillas.
-Aquí
estamos de nuevo
Susurró mi
hermano, a lo que yo reí.
-¿Cómo esta
mi chico preferido?
Vi como Joel
abría los ojos como platos al escuchar la palabra “preferido”. De nuevo comencé
a reirme.
-¿Y la
preciosidad de nieta que tengo?
-Creo que..
-¡Esta
perfectamente mama!
Mi madre no
me dejó responder. Hacía bien, no iba a ser muy buena la contestación que le
diera.
Pasamos el
día allí, mas o menos. Joel se pasó la mañana jugando con la Nintendo y la
tardé salió a jugar al futbol con unos chabales de por allí. Yo me pasé todo el
día enganchada al móvil. Tener internet era lo mejor que podía existir. Llegamos
a casa a la 8:30 de la noche. Perfecto, había tirado a la basura un valioso
sábado solo por estar con mi “querida” abuela. Me dediqué a pasar el rato en el
ordenador hasta que me cansé y me fui a dormir. Quizás podría recuperar unas
horas de sueño de ayer.
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