“Este sábado vas a hacer mucho ejercicio, ¿no, conejita?”
Volví a hacer una bola de papel y me giré hacia detrás.
- Primero, volvedme a llamar conejita y os tragáis las
sillas de éste aula de una en una. Y segundo – di un fuerte golpe en su mesa
dejando allí también la bola de papel – os importa una mierda lo que haga o
deje de hacer yo el sábado. Igual que yo no digo nada sobre todas las putas a
las que os tiráis, vosotros no os metáis en mi vida.
Volví a girarme y me disculpé, de mala gana, con el
profesor, el cual se había quedado completamente atento a lo que pasaba en
nuestra “conversación”. La clase terminó, pero yo me tuve que quedar a escuchar
el sermón del profesor. Más de lo de siempre, que era una buena alumna y una
señorita y que debía comportarme como tal.
- Espero que no vuelva a pasar.
Salí de clases rápidamente. Me molestaba muchísimo el que la
gente se metiera en mi vida. Es mía, mis ocupaciones, de nadie más. Entré al
comedor y agarré una manzana. No tenía hambre. Camine entre las mesas hasta
llegar en la que estaban Dani, Ash y Anna, y me senté junto a esta última.
- Ya nos ha contado Dani lo que ha pasado en Literatura – dijo
Anna
- ___ se revela – rió Ash
- Sabéis lo mucho que me molesta que se metan en mi vida –
dije mientras mordía la manzana – Y más esos chulos putas.
Todos rieron con mi definición hacia ellos. Pasamos 5
minutos hablando sobre cosas nada interesantes cuando notamos que Mar estaba ya
en nuestra mesa junto a un chico. El chico nuevo.
- Chicos, el es Leo – Mar se sentó justo en frente mía con
Leo a su lado – Leo, ellos son mis amigos. Bueno, aun falta uno, mañana lo
conocerás.
- Un gusto – dijo el chico sonriendo de medio lado.
Leo nos observo a todos de arriba abajo, quedándose más de
la cuenta conmigo. Subió hasta mis ojos y se quedó unos segundos mirándome,
hasta que desvió la mirada detrás mío.
- Parece que te tienen bien vigilada.
Giré lentamente mi cabeza para mirar a que se refería Leo. Como no, Mark. Él estaba sentado un par de mesas más atrás junto a sus amigos. Y era
verdad, me estaba mirando. Le sonreí levemente cuando él me giño un ojo para
luego volverse hacia sus amigos, igual que yo. Los 30 minutos que teníamos para
el almuerzo se pasaron rápidamente. Ahora tenía clase de ética, pero el
profesor no había asistido, así que teníamos una hora de completa libertad.
Subí las escaleras hasta la biblioteca y salude a Marian. Ella tenía como unos
60 años y llevaba trabajando como encargada de la biblioteca de esta
universidad toda su vida. Me adentré entre las miles de estanterías buscando el
libro. Allí estaba, The Host. Pero, ¿por qué los que quiero siempre están
arriba del todo? Arrastré la escalera hasta allí y subí hasta llegar al final
de esta y conseguí alcanzar el libro.
- Cuidado cielo – escuché la voz de Marian debajo mio.
Bajé despacio por las escaleras hasta llegar al final.
- Siempre que busco un libro está arriba del todo, ¿cómo es
eso?
- A mi no me lo preguntes – dijo ésta recogiendo un libro
del suelo y dejándolo en su sitio – Yo solo reviso si se han devuelto los
libros, no los coloco cariño.
Le sonreí afectívamente y me encaminé a sentarme en uno de
los sillones que había allí. Amaba estar aquí, encerrarme del resto del mundo
aunque solo fuera por una hora. Abrí el libro y me adentré en la vida de
Melanie Stryder, olvidándome de todo. Los libros y el baile eran mi única
escapatoria. Pensé que solo habían pasado unos minutos desde que había empezado
a leer, cuando ya había tocado el timbre.
- Marian – llamé la atención de esta, la cual me miró con
una sonrisa detrás del ordenador – Apúntame este, en menos que canta un gallo
lo tienes de vuelta.
- Apuntado, y acuérdate que aún tienes por devolver el
último de Fallen.
- No se me olvida, tranquila – dije mientras guardaba el
libro en la mochila y me la colgaba al hombro – Adios
- Hasta luego, y suerte con las pruebas.
Le sonreí a la vez que me encaminaba a la siguiente
clase: Arte.
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